Decimos palabras sin darnos cuenta, sin tener presente las posibles consecuencias. Nuestros pensamientos y sentimientos se ven reflejados en nuestras palabras. Nuestras acciones provienen de nuestras palabras y éstas de nuestros pensamientos. Todo comienza en nuestro pensamiento: pensar antes de hablar. Escuchar más y hablar menos, por eso tenemos dos oídos y una sola boca. Desconocemos el poder de las palabras. Un exceso de palabras infoxica nuestro aprendizaje de tal forma que lo que tenía que ser útil para aprender nos barra el paso a ello. Pero, si no “palabramos” nuestros pensamientos sienten los síntomas de la abstinencia, nuestros pensamientos se “mueren” de sobredosis de silencio.
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